El término “Revolución Verde” fue acuñado en 1968 por el Dr William Gaud, administrador de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID), para referirse al incremento sorprendente y repentino de la producción de trigo y arroz que ocurrió en varios países en vías de desarrollo a mediados de los años 60.
En el año 2007, se decía el mismo discurso de 40 años atrás; el director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), llamó a apoyar una segunda Revolución Verde para alimentar a la población del mundo cada vez más numerosa, que pasará de seis a nueve mil millones de personas, a pesar de todas las consecuencias, ambientales, económicas, culturales y en la salud, que trajo aparejado la aplicación de este paquete tecnológico.
La agricultura que aplica el paquete tecnológico impulsado por la Revolución Verde se denomina actualmente agricultura convencional, diferenciándose de la agricultura tradicional (anterior a la misma).
La Revolución Verde de las décadas del 50 - 60, subordinó la agricultura al capital industrial y eliminó métodos tradicionales de manejo ecológico de suelo, manejo de la materia orgánica, abonos verdes, cobertura permanente de suelo, barbechos, control biológico de plagas, variedades adaptadas a cada condición de suelo y clima. Estas prácticas sustentaban los sistemas productivos y alimentaban a la población hasta la aparición del “nuevo” paquete tecnológico en donde fueron sustituidas y consideradas atrasadas e inviables.
La agricultura convencional implica la simplificación de la biodiversidad y alcanza una forma extrema en los monocultivos. El resultado final es una producción artificial que requiere de una constante intervención humana. En la mayoría de los casos, esta intervención ocurre en la forma de insumos: agrotóxicos y fertilizantes químicos, los cuales, a pesar de aumentar los rendimientos en el corto plazo, resultan en una cantidad de costos ambientales y sociales indeseables (Altieri, 1997).
Características de la agricultura convencional
- Utilización intensiva de fertilizantes químicos de alta solubilidad (nitrógeno, fósforo y potasio) funguicidas, herbicidas, hormiguicidas, e insecticidas sintéticos
- Utilización de semillas híbridas y transgénicas entre ellas soja y maíz
- Visión del suelo desde el aspecto puramente físico (soporte de las plantas) y químico (nutrientes), descartando la vida que hay en él
- Uso intensivo de insumos externos al predio
- Mecanización intensa (potencia sobredimensionada y de gran peso)
- Reducción de mano de obra
- Masivo uso de productos químicos basados en energía fósil no renovable (petróleo y rocas fosfatadas, etc.)
- Monocultivo y reducción de la biodiversidad
Consecuencias
- Mayor inestabilidad, pérdida de la biodiversidad
- Pérdida del potencial productivo de los suelos (afectando propiedades físicas, químicas y biológicas)
- Contaminación de alimentos (agrotóxicos), del ambiente (ríos, suelos, atmósfera) y de los trabajadores rurales
- Absorción desequilibrada de nutrientes (por fertilizar el suelo con pocos nutrientes, alimentos desequilibrados nutricionalmente)
- Aumento de los costos de producción
- Aumento de la resistencia de malezas e insectos por el uso indiscriminado de herbicidas e insecticidas
- Disminución de la productividad del suelo por pérdida de materia orgánica y nutrientes debido a la erosión
- Destrucción de la vida silvestre, insectos benéficos y polinizadores
La producción industrial de alimentos fue vendida y “extendida” por empresas trasnacionales, organismos internacionales, facultades, organismos de extensión públicos y privados, cooperativas agrarias, sociedades de fomento e institutos de enseñanza, diciendo que las semillas híbridas, transgénicas, maquinaria, aplicación de agrotóxicos (insecticidas, herbicidas, fungicidas y muchos más biocidas), fertilizantes químicos será la única receta para combatir el hambre y la pobreza actual y futura. La excusa del hambre es un argumento muy loable en principio, pero el hambre no es resultado de técnicas de cultivo nuevas o tradicionales, sino de procesos sociales, económicos y políticos.